Una antigua canción
del cantautor Chileno Eduardo Peralta, nos hablaba sobre la navidad como una
época en que había que “esconder la realidad, guárdala en algún bolsillo por
piedad que hoy la vida tiene un brillo de bondad”. Cuando vemos los comercios,
las ferias, las calles colmadas de compradores exhaustos, angustiados,
peleándose por comprar la última novedad del mercado, nos viene a la mente esa
canción.
Una fecha que en
nuestra cultura hace mucho que dejó de ser una fiesta religiosa, para
transformarse en una instancia para compartir con las familias, sin importar si
sabemos o creemos en la celebración cristiana original. El problema no es lo
qué celebramos, sino cómo lo hacemos. Según cifras de la Fundación Sol, el
50,6% de los trabajadores de Chile ganan $380.000 o menos y solo el 15,3% tiene
un salario superior a $850.000. Con estas cifras, uno esperaría que la
desesperación por la compra de regalos, fuera solo tema del 7,3% que gana más
de 1,5 millones al mes, pero bien sabemos que eso no es así.
Es cosa de darse una
vuelta por cualquier Mall, observar la gente cargada de regalos en el metro, el
transantiago o cualquier trasporte público del país, pareciera que la felicidad
se alcanza sólo consumiendo sin importar el nivel socioeconómico, pero la
realidad nos dice otra cosa. Según estudios de la OMS, alrededor del
17,5 por ciento de los chilenos padecen depresión, nuestro
país lidera el ranking mundial y es una de las dos naciones, junto
con Corea del Sur, en el que la tasa de suicidios de niños y adolescentes
aumenta cada año en vez de disminuir.
La agresividad, la
baja tolerancia a la frustración e incluso los niveles de violencia del Chileno
están dando cuenta del estrés laboral, el aumento de la cesantía, el temor al
futuro, lo que mesclado es un caldo peligroso. Es cosa de darse unas vueltas
por las redes sociales; twitter ya parece una parodia de la agresividad, en
youtube circulan videos preocupantes subidos hasta por adolescentes chilenos en
que la tortura de animales, el bulling, lenguajes siniestros, es el centro de
la historia; hasta el aparente inocente Facebook es usado para agredirnos,
lastimarnos, hacernos daño. Basta una chispa, para que emerja la rabia
contenida que se traduce en xenofobia, homofobia, intolerancia, actos violentos
ante la menor provocación. El caso del asesinato del comunero Mapuche Camilo
Catrillanca, es un ejemplo digno de análisis.
Sin embargo en noche
buena, después de recibir “sonrisas y aguinaldos que son como suaves brisas”,
todos por un breve momento, como en una tregua de navidad entre feroces
combates, nos damos las manos y somos hermanos. “Hay un señor que ha buscado a
su peor enemigo y le ha dicho entusiasmado esta noche desgraciado vente a
merendar conmigo”. Navidad, navidad, a esconder la realidad…
21 de diciembre del 2018
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