enero 08, 2013

“Arauco tiene una Pena”


A propósito de los lamentables sucesos que han enlutado a las tierras de Arauco, debemos reflexionar sobre la vinculación de los pueblos originarios y el desarrollo sustentable.  Chile es firmante del Convenio No. 169 de la OIT, que obliga a un nuevo trato con nuestros indígenas, no solo mapuches, sino cualquier pueblo u etnia originaria.

El convenio manda, obliga y exige a todo aquel que quiera emprender un proyecto que de alguna manera puede afectarlos, a realizar una “consulta previa”.  No es cualquier consulta a la ligera, sino que los pueblos originarios también deben  “participar de manera informada, previa y libre en los procesos de desarrollo y de formulación de políticas que los afectan”.

La clausula de “consulta previa”, debe ser llevada “de buena fe”. Esto significa ni más ni menos, que debe hacerse en buena forma, con profesionales capacitados y usando metodologías que realmente involucren y ayuden a su comprensión. Sin esta consulta y acuerdo o consenso previo, cualquier forestal, agro negocio, proyecto minero, etc., no se puede realizar en territorios indígenas.

El desafío que la modernidad y el continuo consenso mundial de respeto a las personas y los DD.HH., le colocan a las empresas modernas, no es menor. La responsabilidad social de las empresas, del Estado, de las universidades, de las ONG`s  nuevamente se pone a prueba y separa a las meras declaraciones de buena crianza del compromiso real con las personas.

Arauco y todos los pueblos originarios de nuestro país, tienen en este convenio un amparo y defensa real de sus costumbres, cultura y raíces,  siendo además, una herramienta que acerca mundos, que vincula realidades y que puede ayudar a buscar caminos de entendimiento entre los pueblos. Arauco tiene una pena, pero también caminos de solución.

El Regreso de la “Cuestión Social”.




En el Siglo XIX y XX, los pensadores liberales chilenos, se referían a la “cuestión social”, para dar a conocer los inconvenientes del incipiente proceso industrializador chileno y sus efectos en la pauperización social.

La consolidación del sistema de mercado capitalista y el fin de la guerra fría, junto al proceso de globalización, la irrupción de las nuevas tecnologías y la consolidación del sistema democrático en gran parte del mundo, parecía haber dejado solo como un recuerdo los levantamientos sociales y sus consecuencias revolucionarias.

Actualmente muchos miran extrañados, plantean exóticas teorías conspirativas y buscan en los sumideros de la historia, para dar una explicación al regreso de la “cuestión social”. Regreso que implicó el fin de la Central Térmica Barrancones (US$ 1.100 millones), la Central Castilla  (US$ 5.000 millones), coloca en graves apuros al proyecto Hidroaysen (US$ 3.200 millones) y relativiza o complejiza varios proyectos energéticos, mineros, forestales, pesqueros, etc.

Ya en el año 2004, la Planta Valdivia de Celulosa Arauco (Celco), hace irrumpir en Chile el Movimiento ciudadano, “Acción por los Cisnes”. En esa oportunidad se los trató de criminalizar, se habló de activistas, de terroristas, pero la cruda realidad determinó otra cosa. El éxito en detener y minimizar la contaminación se debió a la presión y movilización de la ciudadanía de Valdivia y del conjunto del país. La nueva “Cuestión social” llegó para quedarse.

Un empresario moderno, parlamentario, funcionario, académico o político de cualquier ralea, que no tome en cuenta a las personas y no sepa escuchar y explicar con metodologías participativas, con la verdad y respetando las normas y paradigmas de la Responsabilidad Social Empresarial, le caerá de sopetón la “nueva cuestión social”.