https://www.elmostrador.cl/noticias/opinion/columnas/2019/08/16/inmigracion-o-muerte/
Según
datos de la O.M.S. al menos unos 2 mil millones de personas sufren hambre constante
o están subalimentados, es decir cerca de un 30% de la población mundial no
ingiere alimentos en forma regular. ¿Qué pasaría si toda esa gente, decidiera
emigrar? Los detendremos con leyes, con muros, alambres de púas; los
encerraremos en campos de concentración, los tiraremos al mar… ¿?
Acusar
a los migrantes de todos nuestros problemas reales o imaginarios es peligroso,
incluso criminal. Recordemos que Hitler culpó a los judíos, Stalin a los
Burgueses y contrarrevolucionarios, el gobierno Hutu de Ruanda a
los Tutsi, Pinochet y sus secuaces a la “conspiración” del marxismo internacional”;
todos sabemos (o debemos saber) en qué terminaron esos discursos, diatribas y
palabrerías.
Más
allá de la esencial toma de partido en defensa de los derechos humanos, deber
de toda persona, es un tema que merece ser estudiado y abordado sin histerias
ni populismos. Las cifras suelen esconder personas de carne y hueso, los
discursos de uno y otro lado ocultan la realidad diaria, los miedos, angustias
y pesares no solo de los nuevos habitantes del “asilo contra la opresión”, sino
del chileno que se informa por facebook, que mira los matinales como la verdad
revelada y que no recibe los beneficios de un sistema y un desarrollo ajeno y
distante.
Las
migraciones masivas proveen de mano de obra barata, un “ejército industrial de
reserva”, donde los principales beneficiados son los empleadores grandes y
pequeños. Los mismos que pueden contar una
fuerza de trabajo dispuesta a todo por un puesto laboral, sin haber gastado un
peso en formarlos, gracias a leyes y prácticas discriminatorias y racistas que
golpean a las trabajadoras y trabajadores migrantes.
Esta
aparente “competencia desleal”, amplificada por discursos de odio, temores
ancestrales, ignorancia y manipulación, configuran una mezcla perfecta para la
xenofobia. Hostilidad que proviene no de las clases más favorecidas (o no
exclusivamente), sino de sectores populares, trabajadores, desempleados, dueñas
de casa, comunes y corrientes, a los que escuchamos en micros, metros y ferias tímidamente
con discursos antiinmigrantes, como si ellos fueran los causantes de sus
desgracias.
Hay un papel de la sociedad civil
organizada, apoyada por los medios de comunicación, que debe movilizarse, para
incentivar el encuentro de culturas. Faltan espacios de intercambio, de
conocimiento mutuo, de respeto, para lograr la asimilación respetando la
diferencia. Si las condiciones económicas, el cambio climático, la desigualdad
estructural continúan tal como hoy, es muy posible que las masas hambrientas
(los 2 mil millones), aumenten y decidan emigrar. ¿Nos encontraremos nosotros,
entre los futuros migrantes?