abril 14, 2006


DAR VUELTA LA CARA A LA REALIDAD...
La política del Avestruz en Chile


En Chile todavía hay temas que no se pueden tratar en Público, uno de esos es la realidad del Aborto. No estamos en la etapa de debatir sobre su legalización o siquiera su aceptación, entiendo que es un tema muy sensible en nuestro país, pero de ahí a condenar a las mujeres que llegan a los hospitales con complicaciones, me parece medieval y atentatorio contra los más elementales derechos humanos.


“Las estimaciones sobre el número de abortos reconocen 160 mil casos anuales, es decir, uno de cada tres embarazos termina en aborto. Asimismo, unas 30.000 mujeres requieren hospitalización producto de complicaciones derivadas de abortos inseguros.” Eso es lo que dicen las cifras oficiales y con un simple ejercicio de lógica nos daremos cuenta que de las mujeres que llegan a los hospitales, su gran mayoría son de escasos recursos, ya que las otras o tuvieron los recursos suficientes para pagar por una buena “atención” –incluso con médicos- o, si tuvieron complicaciones, se internaron en clínicas privadas.

La mayoría de los procesos penales contra mujeres que han abortado fueron iniciados por denuncias interpuestas por hospitales públicos. Además sólo el 38% de las mujeres tuvieron un abogado en alguna etapa del juicio, mientras que el 60% ni siquiera tuvo a uno. Hay médicos y hospitales, que violando normas éticas básicas (la confidencialidad con el paciente), entregan a la justicia a las pacientes sabiendo que nuestras leyes –las más restrictivas del mundo en este tema- condena a las mujeres pobres de antemano a entre tres y cinco años de presidio.

No se si la respuesta es legalizar el aborto, no me atrevo a plantear eso, pero una cifra nos puede llevar a pensar: “las cifras de abortos en Francia disminuyeron de un millón anual a 200.000 al legalizarlo y, además, hacerlo más seguro para las mujeres”.
Realidad, moral, derechos… todo relativo en un país que se quiere encumbrar como desarrollado. ¿Seguiremos escondiendo la cara?

abril 09, 2006







LA FUNA A MENDOZA*

Finales de 1994, en plena democracia, fui invitado a una licenciatura en una prestigiosa universidad “facha”. Al llegar al lugar y mientras observada al “momiaje” presente, aparece una caravana de lujosos autos, desde dónde descienden una veintena de tipos con el pelo tipo corte militar, cara de CNI’s y el típico bulto que hace la pistola al cinto. Cual no sería mi sorpresa al ver, entre medio de todos esos gorilas, al inefable y nunca bien ponderado: Cesar Mendoza Durán, “mendocita” para sus pocos amigos.

Yo, un sobreviviente de la generación de los 80’s; del “y va a caer”, “degolladores de la nación” y “pacos xxx” (me reservo los calificativos injuriosos, ya que en la actualidad estoy renovado), tomando un Pisco Sour y comiendo unos canapés de marisco con un delincuente integrante de la junta de Pinochet, era mucho. ¿Qué hacer? ¿Irme de inmediato?, ¿hacer un discurso incendiario?, ¿pegarle un “cachamal”? No, los años de democracia de los acuerdos, desmovilización social y de joven profesional “pituteando” y buscando pega lo más burguesa y bien remunerada posible; me habían quitado los “cojones”.

¿Pero algo tenía que hacer?, no podía irme para la casa, así no más. Ya le había negado la mano, cuando se acercó y saludo al grupo donde yo estaba –lo que no es mucho, ya que a otros conspicuos fachos famosos, tampoco los salude-. Mientras pensaba en que hacer, lo escucho a mis espaldas conversando animadamente con un ex ministro de “Ladronchet”, sobre lo patudos que son los izquierdistas al presentar recursos contra los valientes uniformados (o algo así).

Eso era mucho. Me di vuelta, lo mire directo a los ojos y dije en voz alta: “¡Tengo ganas de vomitar....!”. Silencio sepulcral en el recinto, los “gurkas” miran sin saber que hacer, mendocita espera que yo saque un puñal, un corvo o una M-16. Pasan interminables dos o tres segundos –todos sabemos lo relativo que es el tiempo en esas ocasiones- y como seré valiente, pero no huevón, termine la frase mirando a mi polola y diciendo ¡... es que parece que algo me cayó mal, mi amor!

Pasó piola, un curaito más en un cóctel, pero Mendoza y yo, sabíamos a que me refería. Una mirada vale más que mil mundos, veinte matones, 17 años de dictadura, injusticias, degolladores, asesinos, cobardes y ladrones. Mi funa fue personal, amariconada y todo, pero esa noche y muchas otras después dormí tranquilo. No creo que el Funado, pudiese decir lo mismo.

*DRF: Artículo publicado originalmente en The Clinic (2005)